Muerte por COVID-19 cambió la forma de despedimos de nuestros seres queridos

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Especialista universitario alertó sobre las afectaciones que la pandemia provocará en la realización de los rituales funerarios

Señala que nuestros vínculos están siendo arrebatados sin querer de una manera agresiva y violenta, lo que provocaría depresión, tristeza y angustia entre la sociedad

En México los rituales en torno a la muerte son milenarios, por ello, el arribo del COVID-19 y con ello las limitaciones para realizar funerales de la forma tradicional puede traer como consecuencia el empobrecimiento de la sociedad al quitar drásticamente una forma ancestral de ritualizar la pérdida por la muerte de alguien, alertó Erika Alejandra Álvarez Juárez, profesora en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán.

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La también licenciada en Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia resaltó que el dejar de practicar estos ritos funerarios trastoca directamente nuestra identidad, espiritualidad y religiosidad, así como nuestros vínculos, los cuales están siendo arrebatados sin querer de una manera agresiva y violenta, lo que podría provocar depresión, tristeza y angustia entre la sociedad.
La especialista acotó que los rituales tienen un sentido muy profundo para las personas, pues son acciones que nos brindan identidad y que los seres humanos necesitamos hacer para darle un sentido a la vida.

En el caso de México, los rituales mortuorios tienen un origen ancestral que se remonta al apogeo del imperio mexica, razón por la cual la región denominada como Mesoamérica comparte elementos culturales en torno a estas prácticas en torno a la muerte, destacó Álvarez Juárez.
La docente expresó que, en nuestro país, las ceremonias en torno a los muertos adquieren un sentido especial, pues ya Bernardino de Sahagún describía en su Historia general de las cosas de Nueva España que los mexicas consagraban dos veintenas de días a los muertos, la primera
dedicada a los niños y la última a los adultos.

A la llegada de los españoles estas celebraciones derivaron en el 1 y 2 de noviembre como lo conocemos actualmente. Hasta el día de hoy, 68 pueblos indígenas siguen celebrando estas fiestas y, aunque cada uno tiene sus particularidades, siguen compartiendo ciertas formas rituales donde conviven el elemento católico y sus formas ancestrales, aclaró la experta.
Álvarez Juárez explicó que actualmente los rituales funerarios se realizan no sólo con el fin de despedir a un familiar, sino que también adquieren un sentido de identidad y de ritual colectivo.

“El fin último de una ceremonia funeraria va más allá de la ofrenda, sino que, más bien, tiene este sentido de colectividad: estamos identificándonos con el que partió, despidiéndolo, pero al mismo tiempo estamos generando vínculos identitarios con los que se quedaron”, resaltó.

Mencionó que un funeral tiene una función social que traspasa el rito religioso, pues conjunta contenidos rituales al velar a un muerto, por
ejemplo: el rosario, el pan, el café, los elementos católicos – la cal y la sal, flores en los cuatro puntos cardinales, las velas–, además, convoca a
ciertos miembros de la comunidad, por ejemplo, las personas que llevan el pan o aquella encargada de rezar. “Todo esto traspasa el vínculo
afectivo para situarse en lo social”, señaló.
Sin embargo, con la llegada de la pandemia provocada por la COVID-19 y con ello, de los impedimentos para hacer estos rituales funerarios como comúnmente se llevan a cabo, se va a provocar “una pérdida muy fuerte de estos vínculos identitarios, sociales y culturales, ya que como seres
humanos no podemos dejar de ritualizar: estas prácticas tienen un sentido simbólico, psicológico, catártico, social e, incluso, económico.
Los rituales funerarios entran en el plano de lo sagrado, de ahí que es lógico que la gente se resista a no llevarlos a cabo, pues es algo que nos
pertenece, que aprendimos y vivimos”, disertó la docente sobre las medidas impuestas para el manejo de los cuerpos por la contingencia.
La académica consideró que es lógica la sensación de violencia y de injusticia que perciben las personas y, aunque no se justifican los
comportamientos violentos, es entendible el dolor que conlleva el perder un ser amado de forma inesperada. “Los humanos necesitamos hacer
estos rituales a nivel psicológico y catártico, el poder decir “Gracias.
Hasta luego” a nuestra madre, padre, abuelo o hijos. ¿Cómo no sentir impotencia ante una situación así?”, se cuestionó Álvarez Juárez.
La experta señaló la posibilidad de realizar un ritual con o sin el cuerpo, con el fin de que las personas puedan manejar ese sentimiento de dolor, injusticia o violencia; “no pegando o destruyendo, sino, más bien, canalizando todo ese dolor de la partida, despedir ese vínculo… buscar
hacer un ritual de despedida y de forma simbólica, incluyendo los elementos, la religión o lo que cada uno crea”, acotó.
Por último, indicó que, a pesar de atravesar cuestiones ajenas a nosotros, debemos tratar de conservar nuestro sentido cultural y seguir
vinculándonos: “No perder estos elementos identitarios, sociales y económicos que nos forman como personas y que nos dan sentido en esta
vida”.

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