Si miramos a nuestro derredor, vemos con tristeza que después del cautiverio sanitario por la pandemia, hemos salido de modo desenfrenado a las calles. Parece que hay una actitud más hostil hacia los otros. Andamos a las prisas; nos miramos fija y seriamente a los ojos y no se diga que a la primera oportunidad nos decimos de cosas de coche a coche. Estamos como en una olla de presión que explota hacia adentro, una implosión social, señala el maestro en Desarrollo Rural, Ambiental y de la Sostenibilidad, Gonzalo Gabriel Estrada Cervantes.
El también licenciado en Derecho sostuvo que «si sumamos a los actos criminales cotidianos nuestras frustraciones diarias, estamos como sociedad explotando hacia adentro. Hay una implosión social cuyas características pueden saltar a la vista como un nivel alto de violencia familiar, de violencia laboral, de desánimo, de tristeza, de desesperanza en medio del debilitamiento o de la ruptura del tejido social y del núcleo familiar. En la era de la comunicación nos comunicamos menos de manera efectiva y afectiva.
Agregó que durante la larga y trágica pandemia por la COVID-19 y sus posteriores variantes, millones de habitantes del mundo fuimos víctimas de sus estragos. Hubo un largo impasse que nos obligó a estar mucho tiempo estáticos en nuestras viviendas, barrios y ciudades. Muy en contacto con las personas más próximas a nosotros, no solo por parentesco si no por vecindad.
Durante el encierro seguramente tuvimos reflexiones relacionadas con una manera diferente de tratar a la naturaleza, a todos los seres vivos y a nuestros semejantes. «Muchos tuvimos la ilusión de un retorno a la normalidad pleno de sentimientos y acciones solidarias y pacifistas. Alguna vez lo llamé la COVID-20 (COnvivencia para una Vida Digna). Pero tal parece que los seres humanos somos de corta memoria y actuamos más al impulso de la inmediatez que en una planificación de largo y provechoso alcance».
El especialista Diplomado en

propuso una reflexión social profunda mediante la cual podamos rescatar los valores primarios de raciocinio humano, es decir, la ayuda mutua, la comprensión, la empatía y la comunicación directa entre todos sin importar nuestro estado socioeconómico. Requerimos con urgencia replantear nuestras expectativas sociales y laborales en lo individual y en lo colectivo. La implosión social, nos da, a caso, ciclos muy breves de satisfacción y bienestar.